LA SONRISA DEL CREADOR
A Claudina Llanos Galarce, en su niñez
La flor no era feliz.
Se encontraba en medio de muchas otras que,
dichosas,
se dejaban acariciar por los finos dedos del viento.
Tulipanes, lirios, anémonas, dalias, petunias,
parecían envueltos en un transparente velo de alegría.
Nuestra pequeña amiga
miraba con melancolía hacia un punto lejano.
A pesar de su tamaño poseía uno de los más ricos perfumes del mundo,
y su mayor anhelo era poder trasladarse de un lado a otro,
es decir, caminar como los animales que a diario solían pasar.
¿Para qué?
Para acariciar a todas sus hermanas flores
y de paso dejar un poco de encanto en cada rincón de la tierra.
No tenía más anhelo que ése: charlar con sus semejantes,
amar, besar corolas y pistilos,
y conocer tantas y tantas otras creaturas
que sólo de nombre y a través del viento conocía.
-¡Ah, qué felicidad sería caminar y
derramar cuanto hechizo hay en mi alma!
Sé que más allá de esos árboles
hay cientos de flores y seres que no conozco. ¡Cómo me gustaría llegar hasta donde se encuentran...!
Pero..., mi destino es estar aquí,
eternizada para siempre,
soñando cosas imposibles.
¿Por qué habré nacido tan sensible?
¿Por qué no puedo ser alegre como todos?
Ah, me siento intranquila,
es como si algo muy extraño y dulce me impulsara a caminar...
Lágrimas azules y verdes comenzaron a rodar por sus pétalos.
Fue entonces cuando el Creador lanzó un pequeño soplo
y la flor se desprendió de su tallo, yendo a dar por el suelo.
Asombrada, no halló qué hacer.
Luego comprobó con alegría
que le habían brotado unos pies chiquitos.
Y se incorporó.
En ese momento oyó la voz del Creador:
-Y bien, pequeña..., ¿eres feliz ahora?
-Oh, sí -contestó un poco asustada-,
pero ahora que me has concedido esta gracia..
tengo un poco de temor...
-¿Temor? ¿Y por qué?
-Porque creo que he cometido un gran pecado
al no estar conforme con el destino que me habías dado...
-¡De ninguna manera! Haz hecho bien.
El amor que tienes en tu ser deseabas entregarlo
y echaste a llorar porque no podías hacerlo.
Por eso te premio.
Y para hacerte más fácil la empresa
te daré aún más felicidad...
Y diciendo esto, lanzó un nuevo soplo
y, al instante,
la flor se vio dueña de unas alas muy lindas.
¡Qué maravilla!
Era como una pequeña y preciosa escultura de espuma...
-Ahora -le dijo el Creador
antes de retirarse a su palacio de cristales-,
empieza a realizar tu linda empresa.
Ella se elevó entonces y se fue volando de flor en flor,
alegrando con su presencia
cada rincón de la tierra.
Fue de esta manera (y no de otra)
como nació la mariposa blanca,
que es
una sonrisa de Dios
cada vez que la vemos revolotear por los jardines.
Carlos Órdenes Pincheira
Imagen:Valentine, de Carla Sonheim, artista visual, California, USA
Música en la imagen: Leaves on the Seine, by David Lanz, gentileza de oocities.org/hollywood/hills